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miércoles, 25 de mayo de 2011

Las musas.

Las musas son divinidades femeninas que presiden las artes y las ciencias, e inspiraban a los filósofos y a los poetas.
Aunque su número varíe según los autores, por lo general se acepta que son nueve, nacidas de nueve noches seguidas de amor entre Zeus y Mnemósine, una de las titánidas. Las musas son por lo tanto nietas de Urano, el Cielo, y Gea, la Tierra.
Estas diosas se presentan como cantantes en las fiestas de los dioses, y forman parte del séquito de Apolo. Su primer canto fue el de la victoria de los dioses del Olimpo sobre los Titanes y el establecimiento de un nuevo orden cósmico. Se decía también que acompañaban a los reyes, dándoles las palabras necesarias para gobernar, inspirándoles sabiduría y otorgándoles la virtud de la justicia y la clemencia, con la que se ganaban el amor de sus súbditos.
Las musas se encontraban con frecuencia en el monte Parnaso, que estaba consagrado a Apolo. A los pies de este monte se encontraba la fuente Castalia, en la que los artistas se purificaban antes de entrar al templo del dios. También tenían un santuario en el Helicón, la montaña más alta de Beocia, donde se encuentra la fuente Hipocrene, que surgió de una coz del caballo alado Pegaso.
La mayor y más distinguida de las musas es Calíope, que presidía la elocuencia y la poesía épica. Era representada con un estilete y una tabla de escritura. Varias leyendas la presentan como la madre de los cantores Orfeo y Linus.
Clío es la musa de la historia y de la poesía heróica. Se dice que fue quien introdujo el alfabeto fenicio en Grecia. Es también la madre de Jacinto, compañero de Apolo. Se la representa con frecuencia sosteniendo un rollo de pergamino.
Erato es la musa de la poesía amorosa, además de la mímica. En el arte se la muestra con una lira.
Euterpe es la musa de la poesía lírica y de la música. Se le atribuye la invención de la flauta doble, con la que es representada.
Melpómene es la musa del teatro trágico. Usa los coturnos tradicionales de los actores, y es representada con un cuchillo en una mano y la máscara trágica en la otra.
Polimnia preside los himnos sagrados y la elocuencia. Aparece con frecuencia en una actitud meditativa, con la mirada seria y un codo apoyado en una columna. A veces se la muestra con un dedo sobre la boca, simbolizando el silencio y la discreción.
Terpsícore es la musa de la danza y de los coros dramáticos. Se la representa sentada con una lira en las manos. Varias leyendas le atribuyen la maternidad de las sirenas.
Talía preside el arte de la comedia y de la poesía pastoral. Sus atributos son la máscara de la comedia y el cayado de pastor.
Urania es la protectora de los astrónomos y los astrólogos. En el arte aparece con una esfera en la mano izquierda y una espiga en la derecha. Está vestida con un manto cubierto de estrellas y mantiene la mirada hacia el cielo.
A pesar de su importancia, las musas aparecen en muy pocos mitos. Según una leyenda el rey Píero de Pieria, en Tracia, tenía nueve hijas que eran muy hábiles en el arte del canto. Estaban tan orgullosas de esta virtud que decidieron viajar hasta el Helicón y retar a las musas a una competencia, que las diosas aceptaron. Las piérides entonaron una canción maravillosa que incluso los pájaros enmudecieron al escucharlas, pero el canto de las musas conmovió hasta las piedras. Las piérides, derrotadas, fueron castigadas por su arrogancia; las musas las transformaron en urracas, cambiando sus voces por graznidos

domingo, 15 de mayo de 2011

El origen divino de Hércules

Hércules es el héroe máximo de la mitología clásica, tebano de nacimiento y, durante parte de su vida, también de residencia, aunque tirintio o miceneo por su familia. En cuanto a la transición española de su nombre, es recomendable la forma “Hércules” más bien que la forma “Heracles”, donde cabe aclarar que Heracles, es el nombre de este personaje para la mitología griega y Hércules para la mitología romana. Hércules, hijo de Zeus, es el último héroe que éste engendra en mujer mortal, al enamorarse de Alcmena, la hija de Electrión, a la que encontrándose ella en Tebas, engaña presentándosele con la figura corporal de Anfitrión. Alcmena, establecida en Tebas con Anfitrión, no había consentido en consumar su matrimonio con Anfitrión hasta que éste ejecutara la campaña de castigo contra los Teléboas que Electrión no había podido llevar a cabo. También Anfitrión, tras el episodio de la zorra de Teomeso, había partido hacia Tafos y, había conseguido una total victoria contra Pterelao y los Teléboas. Emprende, pues, Anfitrión su triunfal regreso a Tebas, pero cuando está ya cerca de la ciudad, cuando Zeus, enamorado de Alcmena, se presenta a ella haciéndose pasar por Anfitrión, le cuenta que ha cumplido victoriosamente la misión de castigo contra los teléboas que ella le había exigido (por ser los matadores de los hermanos de Alcmena), y logra así que Alcmena le reciba en su lecho, creyendo que es Anfitrión y consintiendo por fin en la consumación del matrimonio: engaño de los más célebres de toda la mitología clásica.
Zeus, entusiasmado por Alcmena prolonga triplica la duración de la noche y estar más tiempo con ella. Al terminar la larga noche y concebir a Hércules, Zeus le regala una copa que dice haber recibido como trofeo de victoria por parte de sus soldados y se marcha. Poco después, el verdadero Anfitrión es recibido por Alcmena, quien lo trata con cierta frialdad, y al contarle sus anécdotas a Alcmena, ésta le dice que ya se las ha contado la noche anterior, lo que alarma grandemente a Anfitrión, que llama a Tiresias para que le ilustre sobre lo que le haya podido suceder.

Tiempo después, Hércules nace y Hera, la reina del Olimpo y esposa de Zeus, le declara una guerra que duraría toda la vida terrestre de Hércules. Inclusive antes de que Hércules venga al mundo, Hera retrasa su nacimiento. Se dice que el nombre de Hércules viene de "La gloria de Hera". Siendo todavía un bebé, Hera le envía un par de serpientes para acabar con su vida, sin embargo, Hércules es el que acaba estrangulándolas con sus manos.
En Tebas, Hércules crece y recibe educación: Anfitrión le enseña a conducir carros, Autólico, hijo de Hermes, a luchar con los brazos y cuerpo, Éurito, rey de Ecalia, a disparar el arco, Cástor a luchar con las armas, Lino a tocar la cítara y cantar a sus acordes. A Lino, hermano de Orfeo, lo mata Hércules golpeándole con la lira irritado porque Lino le había a su vez golpeado. Juzgado por este homicidio, se defendió Hércules alegando una ley de Radamantis que proclamaba inocente a quien repeliese una agresión injusta, y fue absuelto. Pero Anfitrión, temiendo que Hércules repitiese tal actuación, lo envía a cuidar del ganado vacuno en los pastizales. Allí es donde Hércules se hace adulto alcanzando enorme estatura y fuerza.

domingo, 27 de marzo de 2011

La Iliada obra completa.

en esta web encontraras la obra completa de la Iliada.

La literatura romana.

El mundo griego nos ha legado las grandes ideas universales y las bases fundamentales de nuestro pensamiento, mientras que, siglos después, Roma las extendió por un inmenso territorio que abarcaba todo el Mediterráneo y se ha dado en llamar el “Imperio”. Y nuestro actual mundo occidental, en buena parte, está formado por la tradición romana: su manera de entender la vida (las costumbres, el Derecho, el Cristianismo) y, sobre todo, su idioma, el latín, lengua madre de nuestro romances medievales y, por tanto, de nuestra lengua castellana. Todos son elementos primordiales para entender nuestro presente más inmediato.

Los romanos, por lo general, fueron escasamente originales en cuanto al arte puesto que, tras la conquista definitiva de Grecia en el siglo II a.C., y casi completado uno de los mayores imperios que ha visto la Historia, se afanaron ante todo en “imitar”, adaptar y, en lo posible, superar, el modelo cultural heleno que consideraban único. Así pues, nos encontraremos con una literatura “de asimilación”, de semejanzas (en el teatro, la lírica y la filosofía) pero también de cierta renovación (en la prosa sobre todo) que se desarrolló con particular brillantez entre los siglos I a.C. y I d.C., la llamada “época clásica” o “época de oro” de la literatura latina. 

1. El teatro de Plauto

Vivió nuestro primer autor los tiempos de la segunda gran guerra entre las entonces potencias políticas y militares del Mediterráneo, Roma y Cartago, las llamadas “Guerras Púnicas”, a caballo de los siglos III y II a.C.
Plauto fue un hombre de condición humilde que dedicó casi toda su vida a la comedia, género teatral preferido por el burlón carácter romano en lugar de la tragedia, y para ello tomaba como ejemplo argumentos, ambientes y personajes de tipo griego.
Eran tiempos de un teatro incipiente, con un público socialmente variado y de escasa cultura que se reunía en graderíos provisionales de madera, dispuesto, sobre todo, a pasar un buen rato, participando en un espectáculo (“ludus”) muy entretenido. Por esta razón, porque daba al público lo que éste más pedía, Plauto tuvo un gran éxito en su tiempo, escribiendo y representando un teatro ágil, muy divertido, repleto de sucesos rápidos, equívocos, juegos de palabras, bromas, con un lenguaje coloquial cotidiano y acompañado de música.

De sus comedias han salido los más variados enredos protagonizados por viejos avaros (Euclio, por ejemplo, temeroso de que le roben una olla llena de dinero en Aulularia), esclavos inteligentes y avispados, jovencitos enamorados cuya relación es obstaculizada por alcahuetes y padres severos; parásitos sociales, traficantes de hombres y, como paradigma de sus más conocidos personajes, el Miles gloriosus o soldado fanfarrón. Todos y cada uno de ellos han tenido su reflejo y pervivencia en obras y autores de todos los tiempos como Shakespeare, Lope de Vega o Molière.

2. El final de la República: Julio César y Cicerón

En el siglo I a.C. se producen en Roma convulsiones políticas y sociales, incluso guerras civiles que van a liquidar el modelo institucional de siglos: la República de los magistrados y Senado. El sistema de gobierno que dio a Roma la primera grandeza se va resquebrajando sin remisión, y será esta época de crisis la que produzca dos de los nombres más ilustres del mundo antiguo: Julio César y Cicerón.

Julio César

Cayo Julio César fue un político y militar de familia patricia que alcanzó enorme importancia en su tiempo, y ha llegado hasta nuestros tiempos como una leyenda. Tras ocupar todos los cargos de la carrera política romana (desde la cuestura hasta el consulado del “cursus honorum”), llegó a la Galia como Procónsul con el objeto de conquistarla para Roma. Finalizadas sus campañas, después de diez años, regresó a Roma, inició una guerra civil contra su gran rival Pompeyo, y terminó con el sistema republicano, imponiendo un gobierno personal que sería el germen de los futuros regímenes de los “emperadores”. Finalmente murió asesinado en los “idus de marzo” del año 44 a.C. por la mano de nostálgicos republicanos que le consideraron un traidor y usurpador de los tradicionales poderes.

Además de su genio y talante, nos han quedado de César dos documentos de excepcional interés y calidad, que han servido como paradigma de la lengua latina durante siglos. En primer lugar, sus Comentarios sobre la Guerra de las Galias, una obra modélica que escribió como testimonio de sus batallas y victorias en su tierra proconsular, con afán de objetividad pero enalteciéndose a sí mismo con orgullo, en forma de “informes” que justificaran sus acciones ante los ojos del poderoso Senado de Roma. Entre sus páginas nos encontramos decenas de luchas con los más diversos pueblos de la Galia, Bélgica, Britania y Germania, descripciones de las costumbres de éstos (los druidas, por ejemplo) o los enfrentamientos casi épicos con poderosos jefes enemigos (entre otros destacamos al germano Ariovisto y al más conocido Vercingetorix, rey de los Arvernos).
La segunda de sus obras trata de sus impresiones y apuntes sobre la Guerra Civil contra el bando pompeyano.

Cicerón

Marco Tulio Cicerón es conocido en la Historia como “el orador por excelencia”, siendo considerado entonces este oficio público, tan romano en sus orígenes, como el de político y abogado. Compartió los peligrosos tiempos de César siendo, además, su rival ideológico y político.

Cicerón es autor de diferentes géneros y personifica también un modelo clásico de la consistencia y precisión de la lengua latina. De sus obras destacamos las filosóficas (con títulos como De Republica y De Legibus) y, sobre todo, los discursos de diferentes causas judiciales: las Catilinarias contra el revolucionario Catilina, que intentó por la fuerza obtener el poder cuando Cicerón era cónsul de Roma, o las Filípicas, violentos ataques contra Marco Antonio, heredero de la memoria de Julio César, que acabaron costándole la vida.

3. El comienzo del Imperio: Virgilio, Horacio y Ovidio.

Muerto Julio César, su sobrino y nieto adoptivo Octavio Augusto se convertirá en el creador de la primera dinastía imperial romana bajo el título de "princeps". Tras una etapa de enfrentamientos y nuevas guerras civiles, además de conflictos en las provincias (los belicosos cántabros y astures, por ejemplo) se inaugura a finales del I a.C. en Roma lo que habrá de conocerse con el nombre de "pax romana", un largo período de tranquilidad política, de paz, que se reflejará en el testimonio de muchos artistas en honor de su "príncipe". Escritores, escultores, arquitectos, etc. que comparten todos ellos una ideología común: recuperar los tradicionales valores que hicieron de Roma una potencia.
Es también aquel tiempo el de Mecenas, amigo del emperador y protector de los literatos.

Virgilio

Publio Virgilio Marón es el creador de la obra más representativa e importante de la literatura latina, el poema épico titulado la Eneida. Constituido por 12 libros (o capítulos), que se estructuran en dos partes diferenciadas: la primera de ellas (libros 1 a 6) semeja la Odisea pues narra el viaje de Eneas, el protagonista, mientras que la segunda (libros 7 a 12) se parece a la Ilíada al contarnos repetidos sucesos bélicos.

En la Eneida se cuentan las peripecias del príncipe troyano Eneas, que logra escapar de la ciudad desolada por los griegos, acompañado por parte de su familia y algunos compañeros, con el Destino de dirigirse hasta las tierras italianas y fundar allí un nuevo linaje, del cual surgirán luego los romanos. Entre los episodios más relevantes de la primera parte destacan especialmente dos: su relación amorosa y trágica con Dido, la reina de Cartago, y la visita de Eneas a la Sibila de Cumas, que le conduce hasta la entrada de los infiernos, en los que podrá ver a su fallecido padre y a los hombres que serán ilustres en la futura Roma. En la segunda parte, una vez llegado al Tíber, salvando los peligros y obstáculos que algunos dioses (la rencorosa Juno especialmente) le provocan, conocerá al rey Latino y luchará contra Turno, monarca de los Rútulos; hasta casarse, por último, con la princesa Lavinia.

La Eneida es un poema de batallas y héroes, escrito en honor del "princeps" Augusto, el gran reformador y pacificador de Roma, a cuya gloria se narran los acontecimientos protagonizados por Eneas, hijo de la diosa Venus. Y Eneas tendrá un hijo, Julo-Ascanio, del que surgirá la "gens Iulia" de donde decían proceder César y su heredero Octavio.
Otras obras del prestigioso poeta son las Bucólicas (poemas de tipo pastoril) y las Geórgicas, un tratado didáctico en verso sobre el trabajo del campo.

Horacio

El poeta nacido en Venusia fue otro de los protegidos por Mecenas, que le proporcionó una confortable villa en las colinas Sabinas en la que pudo escribir con todo su talento a favor del Emperador.

Su poesía es la manifestación de una perfección formal sin precedentes y expresión de una forma de vida anclada en el sosiego, la reflexión y la comodidad. De Horacio destacamos dos títulos:
-  Las Odas, un ejemplo de belleza de la palabra tanto para escolares como para hombres cultos de todos los tiempos. Bajo la influencia de poetas griegos como Safo, Alceo o Píndaro, trata Horacio temas personales y cotidianos, sus experiencias vitales, sus viajes, la relación con sus amigos, los escarceos amorosos, las delicias del campo, del vino, etc., junto con otros de mayor trascendencia pública. En las Odas se muestra como un profundo conocedor de la "naturaleza humana", fruto de una profunda preocupación sobre la condición del hombre.
-  La Epístola a los Pisones, conocida luego en la tradición literaria como Ars Poetica. Siguiendo el proceder de Aristóteles en su "Poética", Horacio proporciona algunos consejos sobre la conducta del escritor, disposiciones en torno al teatro o sobre los estilos artísticos, que han tenido mucha influencia en las literaturas europeas.

De Horacio guardamos también la expresión literaria de algunos de los llamados "tópicos" o lugares comunes de la literatura en la Edad Media y el Renacimiento-Humanismo, expresiones poéticas que se han convertido en universales: el "carpe diem"  (incitación a aprovechar el momento presente ante la fugacidad de la vida) y el "beatus ille" (la exaltación de la vida retirada y tranquila, frente a las angustias y peligros de la corte, la ciudad).

Ovidio

Poeta nacido en Sulmona que, tras ejercer unos pequeños cargos políticos, se dedicó por entero a la poesía, acabando sus días con un triste final de exilio en la localidad de Tomis (Mar Negro), por orden del mismísimo Octavio. Quizás fue culpable de alguna acción privada deshonrosa o, simplemente, fue castigado por sus atrevidas propuestas morales, muy alejadas de las que el "princeps" intentaba inculcar a sus ciudadanos. A pesar de su público arrepentimiento (manifestado en sus obras Tristes y Pónticas), acabó sus días apartado de Roma.

Ovidio es, quizás, el autor que más influyó en la literatura occidental, en Chaucer y Shakespeare sobre todo, con su monumental obra las Metamorfosis: relatos en verso de la leyenda y mitología clásicas sobre las transformaciones sufridas por diferentes personajes cuyas acciones amorosas, celosas o vengativas provocan que los dioses les transformen en diferentes seres vivos o celestiales. Entre ellas aparecen las historias del origen del mundo, Faetón, Eco y Narciso, Píramo y Tisbe, Filemón y Baucis, Aracné, las bodas de Cadmo y Harmonía y versiones de los mitos de Jasón, Ulises, Hércules, etc..

Es autor también -motivo, tal vez, de su alejamiento- del Ars Amatoria, un poema burlesco y didáctico sobre el arte de la seducción, instrucciones para hombres y mujeres gustosos de placeres mundanos.

4. Los tiempos de Séneca

Después de Augusto sigue la nómina de la primera de las dinastías, la Julio-Claudia, donde se hallan algunos de los Emperadores más conocidos como Tiberio, Calígula, ... hasta llegar a Nerón, maestro del cual fue un ilustre hispano, un cordobés llamado Lucio Anneo Séneca, sin duda una de las figuras más apasionantes de la Historia y literatura romanas.

Filósofo de la escuela estoica (aquella que defendía, entre otras propuestas, la resignación de la voluntad ante las dificultades y los sufrimientos humanos como virtud máxima) Séneca dedicó gran parte de su vida a enseñar al futuro emperador las artes del gobierno y la generosidad del gobernante (con obras, por ejemplo, como De clementia), y fue también autor de géneros literarios diversos como los tratados (De otio o De vita beata) y las cartas (las Epístolas morales a Lucilio que tratan sobre diversos aspectos de la vida: la felicidad, la riqueza, la esclavitud, la muerte...; muy ilustrativas además sobre la vida cotidiana del mediados del siglo I, y de enorme trascendencia para las primeras ideas del Cristianismo incipiente).

5. Otros géneros y autores

Historiografía:
-          Salustio, La conjuración de Catilina.
-          Tito Livio, Ab urbe condita: inmensa obra que cuenta la Historia de Roma desde sus orígenes allá por el siglo VIII a.C. hasta la época de Augusto.

Novela:
-          Petronio El Satiricón.
-          Apuleyo, El asno de oro.

Sátira y Epigrama:
-          Marcial y Juvenal.

miércoles, 16 de marzo de 2011

La Odisea parte 5

Canto xxi
Penelopea les explica a los pretendientes que el que pueda armar, tensar y disparar una flecha entre el centro de doce hachas, será el que gane la contienda y se casará con él. Telémaco trata de hacerlo pero una señal de Odiseo lo detiene. Los pretendientes intentan armar el arco y ninguno lo logra. Odiseo se identifica con Eumeo y Filetio, les dice que deben de cerrar las puertas a una señal suya. Los pretendientes se molestan cuando ven que el mendigo quiere tensar el arco pues dicen los humillaría si él pudiese hacerlo y se llegara a saber. Mientras Odiseo arma el arco, le hace una seña a sus fieles y éstos cierran las puertas y Euriclea encierra a la mujeres. Odiseo dispara la flecha que pasa por los blancos. Los pretendientes tienen miedo. Telémaco, a una señal de su padre, se sitúa junta a él.

Canto xxii
Odiseo se despoja de sus andrajos y le dispara una flecha a Antínoo que cae muerto. Odiseo les dice a los pretendientes quién es él y Eurímaco, le contesta que le asiste la razón, que los deje vivir y que cada pretendiente le devolverá veinte bueyes, bronce y oro para resarcir lo que ellos devoraron. Odiseo lo mata. Telémaco va por armas para los cuatro y se desata la batalla. Melantio llega a donde están las armas y se las da a doce pretendientes, cuando va por más, es capturado por Eumeo y Filetio quienes lo castigan. Todos los pretendientes son asesinados, excepto Femio, el aedo, y Medonte, el heraldo. Odiseo le pide a Euriclea, le diga quienes de las mujeres eran traidoras y le pide que las traiga para limpiar y llevarse los cadáveres. Doce fueron ahorcadas y Melantio fue mutilado hasta que murió. La casa fue purificada con azufre.
Canto xxiii
Euriclea despierta a Penelopea para informarle que el mendigo era en realidad su esposo y que ya había matado a los pretendientes. Ella no lo cree y se muestra con mucha precaución ante Odiseo. El dice el como fabricó su lecho nupcial y ella ya le cree. Odiseo manda que se toque música y que dancen las esclavas para que la gente que pase por ahí crea que celebran una fiesta. Solos en la noche, Odiseo le relata sus aventuras y le dice que debe cumplir con la profecía que le había hecho Tiresias cuando fue a la morada de Hades. A la mañana siguiente, acompañado de su hijo y los pastores va a buscar a su padre Laertes.
Canto xxiv
Hades guía a las almas de los pretendientes a las puertas de Hades, donde éstos le relatan su suerte a Agamemnón y Aquiles. Mientras tanto, Odiseo va a casa de Laertes y lo encuentra triste y empobrecido. La noticia de la matanza se ha propagado y el padre de Antínoo llega a buscar venganza. Empieza una nueva batalla. Laertes mata a Eupites. Atenea y Zeus, ayudan a hacer una tregua y hacen que haya un convenio de paz.

La Odisea parte 4

Canto xvi
Telémaco llega con Eumeo y le pide avise a su madre de la llegada. Cuando Eumeo se va, Odiseo se transforma en él mismo y le dice a Telémaco que él es su padre. Sólo ellos dos sabrán la verdad y prevén lo que van a hacer para derrotar a los pretendientes, quienes están atónitos de que haya fracasado su plan. Penelopea los increpa sobre el querer dar muerte a su hijo. Eumeo cuando regresa a la porqueriza, les informa que vio llegar una velera llena de hombres.

Canto xvii
A la siguiente mañana, Telémaco regresa al palacio y le cuenta a Penelopea lo que le dijo Menelao. Teoclímeno profetiza que Odiseo vive. Mientras va hacia la ciudad, su cabrero lo insulta y le da una patada. El único que lo reconoce al llegar en su fiel perro Argos, que haciendo un último esfuerzo le mueve la cola justo antes de morir. Durante el banquete de los pretendientes, Odiseo se pasea entre ellos solicitando su caridad. Antínoo lo desprecia pero lo defiende Penelopea, que le solicita, a través de Eumeo, le cuente si sabe algo de su esposo.

Canto xviii
Iro, mendigo que andaba por todo el pueblo, resiente que Odiseo se encuentre en el palacio, y lo provoca a una pelea. Para mantener su oculta identidad, Odiseo trata de no llamar la atención y gana la pelea. Penelopea le dice a su hijo que no debe dejar que los pretendientes traten así al huésped y a ellos les solicita le entreguen los regalos que le corresponden. Melanto, esclava de la casa que mantiene amores con uno de los pretendientes, zahiere a Odiseo quien se enoja. Eurímaco también lo provoca pero Telémaco lo reprende.
Canto xix
Padre e hijo esconden todas las armas que estaban en la sala. Odiseo habla con Penelopea y le cuenta historias ficticias. Penelopea le exige una prueba de que conoció a Odiseo y éste le relata cómo era el manto que traía y quién era su heraldo. La reina ordena a Euriclea que le lave los pies, lo que la nana hace y así ve una cicatriz que a Odiseo le hizo una jabalí cuando era pequeño. Ella lo reconoce, por lo que Odiseo le pide guarde el secreto. Penelopea le cuenta un sueño que tuvo y entre ellos dos discuten su significado. Penelopea decide hacer una contienda entre los pretendientes y él que gane, se casará con ella.


Canto xx
Sin poder dormir, Odiseo le solicita a Atenea su ayuda para matar a los pretendientes. Penelopea le ruega a Artemis, morir para no sufrir más. Melantio, el cabrero, increpa a Odiseo. Y Filetio, el boyero, lo trata bien pero los pretendientes vuelven a insultarlo. Teoclímeno, el adivino, presiente una desgracia y les advierte pero los pretendientes se ríen de él.

La Odisea parte 3

Canto xi
Al llegar a las puertas de Hades, Odiseo invoca a los espíritus de los muertos. El primero que aparece es Elpénor que le suplica a Odiseo que lo entierre y lo queme. El adivino Tiresias le predice su porvenir a Odiseo. Después la madre de Odiseo, Anticlea, que había muerto esperando el regreso de su hijo a Itaca. Enviadas por Persefonea, esposas e hijas de héroes quienes le contaron quienes eran. Se interrumpe el relato y la reina Arete solicita se le den obsequios a Odiseo. El rey Ancínoo le pide le siga contando las hazañas, y Odiseo cuenta como se le acercó Agamemnón y le relató su muerte, dándole consejos para que a él no le suceda lo mismo. Aquileo le pregunta sobre su hijo Neoptólemo y sobre Peleo. También vio la imagen del fornido Heracles, ya que él se encuentra con los dioses.

Canto xii
Odiseo regresó a Eea e hizo lo que le pidió el alma de Elpénor. Circe le dice como manejar los problemas que se le van a presentar. Cuando van a pasar cerca de las sirenas, les tapa los oídos con cera a la tripulación para que no oigan su canto y él mismo se amarra al mástil. Después de que huyeron de Caribdis y de Escila, llegaron a la isla del Sol. Odiseo trató de que sus hombres obedecieran lo que Circe había dicho pero no le hicieron caso y mientras Odiseo dormía se comieron a las vacas prohibidas. Huyen de la isla pero Zeus los castiga desatando una tormenta que hace que el barco se hunda. Odiseo es el único que se salva y llega a la isla de Ogigia, donde Calipso lo retiene siete años.
Canto xiii
Al día siguiente, Alcínoo le da todos los presentes a Odiseo y se despide de él y de los hombres que lo van a llevar a Itaca. Vencido por el sueño, los feacios lo bajan del barco junto con los regalos y lo dejan en la playa. Cuando Odiseo se despierta, no reconoce su tierra. Atenea disfrazada de un joven pastor le explica a Odiseo donde está, después se da a conocer y lo ayuda a esconder los tesoros recibidos. Lo transforma en un viejo mendigo para que nadie lo reconozca y pueda planear como deshacerse de los pretendientes.


Canto xiv
Odiseo va a las porquerizas a buscar a Eumeo, de quien recibe hospitalidad e información de cómo está la situación local. Sin darse a conocer, Odiseo disfrazado de mendigo, inventa la historia de que es cretense y le dice que Odiseo va a regresar. El duerme en las porquerizas, mientras que Eumeo se va a dormir con los puercos al monte.

Canto xv
Mientras tanto en Lacedemonia, Atenea se le aparece en un sueño a Telémaco y le dice que debe de regresar de inmediato a Itaca, también le advierte de la emboscada de los pretendientes que desean su muerte. El y Pisístrato se despiden de Menelao y de Helena, quienes le dan regalos . Se dirigen a Pilos donde Telémaco se despide de Pisístrato y sin acercarse a Néstor para que éste no lo retenga, sube en su embarcación para dirigirse a Itaca. En el momento de embarcar acoge al adivino Teoclímeno, que le pide ayuda para huir. Mientras Odiseo y Eumeo se platican historias, Telémaco sortea la emboscada y al llegar a Itaca sigue los consejos dados por Atenea y se dirige a la porqueriza.

La Odisea parte 2

Canto v
En un segundo concilio de los dioses, Atenea insiste en ayudar a Odiseo. Zeus le pide a Hermes que le diga a la ninfa Calipso que lo libere, y vaticina que en veinte días llegará con los feacios quienes lo ayudarán a llegar a Itaca. Calipso le dice a Hermes que los dioses le tienen envidia pero asegura que hará lo que Zeus le pide y ayuda a Odiseo a construir una balsa, le da víveres y lo aconseja. Después de navegar dieciocho días Odiseo ve tierra pero Poseidón lo ve a él en la balsa y provoca una tormenta que la destruye. Ino Leucotea, ninfa marina, le da un velo inmortal para que ayude a Odiseo a llegar a tierra lo que logra después de dos días en el mar. Finalmente, llega a la costa de Esqueria, donde cansado y maltrecho, se cubre con hojas y cae dormido bajo árboles de olivo y acebuche.

Canto vii
Atenea disfrazada de una feacia, conduce a Odiseo al palacio del rey Alcínoo. Odiseo solicita la compasión de la reina Arete quien nota que lleva puestos ropas que hizo ella misma y le pide una explicación de su viaje y de como llegó a Esqueria. Odiseo les relata su cautiverio en la isla de Calipso, su reciente liberación, la tormenta y la ayuda de Nausícaa. El rey Ancínoo se impresiona del relato y del hombre que lo cuenta y le ofrece a Odiseo la mano de su hija o en si lo prefiere, la ayuda para llegar a su patria. Los feacios todavía no saben el nombre de Odiseo.

Canto viii
Al día siguiente, Alcínoo ordena una fiesta y la celebración de juegos en honor a su huésped. Laodamante provoca a Odiseo y cuando éste se enoja, les gana en el lanzamiento de disco. En el banquete el aedo Demódoco canta una historia cómica sobre los amoríos ilícitos de Ares y Afrodita, esposa de Hefesto. Los feacios le dan muchos regalos a Odiseo y Nausícaa le ruega que nunca se olvide de que fue ella la que lo salvó. En el festín, Odiseo le solicita a Demódoco que cante sobre el caballo de Troya. Cuando Alcínoo ve que Odiseo esta llorando pide que el aedo deje de cantar pues lo que canta a lo mejor no es grato para todos. Solicita a Odiseo a decir quién es y cuáles son sus desventuras.
Canto ix
Odiseo revela su identidad y empieza a contar sus tres años de odisea, empezando desde la caída de Troya hasta que llegó a la isla de Calipso. Navegando desde Troya en doce barcos, llegó a Ismaro, donde saquearon la ciudad de los cícones. Después llegaron al país de los lotófagos, y algunos hombres cayeron en la tentación y comieron loto, con lo cual ya no querían regresar a los barcos y tuvieron que ser obligados. De ahí fueron a la isla de los cíclopes. Odiseo les pidió a sus compañeros que lo esperaran en los barcos mientras él iba junto con doce de sus mejores hombres a ver si les ofrecerían hospitalidad. Polifemo, el gigante de un solo ojo, hijo de Poseidón, los encerró y se comió a varios, lo que hizo que Odiseo lo engañara y al escapar lo dejara ciego. Polifemo imploró a Poseidón, su padre, la venganza.

Canto x
Invitados por un mes en la isla de Eolia, el rey de los vientos, Eolo Hipótada, le regala a Odiseo todos los vientos dentro de una bolsa excepto el que los puede llevar a Itaca. Mientras duerme, los hombres revisan la bolsa pensando en los tesoros que podría tener y liberan todos los vientos. Llegan a la isla de los lestrigones, gigantes antropófagos quienes matan y se comen a la tripulación de once barcos. Odiseo y sus hombres huyen a la isla Eea, donde fueron algunos hombres hechizados por Circe, hija del Sol, que los convierte en cerdos. Ayudado por una hierbas mágicas dadas por Hermes, Odiseo logra oponerse a Circe y libera a sus compañeros. Al cumplirse un año, Odiseo le pide a Circe que lo deje partir y lo ayude a llegar a su patria. A lo que Circe responde que primero deben de ir a la morada de Hades para consultar el alma del tebano Tiresias, adivino ciego y lo instruye para llegar sin tropiezos a la morada. Cuando Odiseo manda a su tripulación a hacer lo que dice la hechicera, Elpénor, el más joven de todos se resbala y muere.


La Odisea parte 1

Canto i
El poeta invoca a la musa para que empiece el relato del héroe que estuvo peregrinando por largo tiempo después de la destrucción de Troya. Durante el concilio de los dioses con la ausencia de Poseidón, quien ha perseguido a Odiseo durante muchos años. El cual está detenido en la isla de Calipso. Atenea habla en favor de que Odiseo regrese a su hogar. Zeus y los demás dioses están de acuerdo. Atenea disfrazada del rey Mentes desciende a Itaca para arengar a Telémaco, hijo de Odiseo, a que vaya a buscar a su padre. Su casa está llena de los pretendientes de su madre, Penelopea, quien ha retrasado la decisión de volverse a casar. Telémaco le explica a Atenea en la figura de Mentes, que los pretendientes destruyen su casa y sus posesiones. Mentes predice el regreso de Odiseo y le dice que actúe como un hombre y que presente su caso a la asamblea. Penelopea oye desde lo alto de la casa una canción que la entristece y baja a pedirle al bardo Femio que deje de cantar. Telémaco aprovecha la ocasión para reafirmarse a sí mismo y le dice a su madre que suba a sus habitaciones y le deje esos asuntos a él pues tiene el mando de la casa.
Canto ii
Telémaco convoca a la asamblea, siendo la primera vez que se hace desde la partida de Odiseo veinte años atrás; les pide a los pretendientes que dejen de desperdiciar sus bienes y demanda que se vayan de su palacio. A lo que Antínoo y Eurímaco le responden con burlas y desprecio, que Penelopea podría resolverlo si escoge un nuevo marido. Haliterses les vaticina el regreso de Odiseo y la matanza que de ellos hará. En el ágora no le proporcionan el barco a Telémaco para ir en busca de noticias sobre su padre, por le que le pide ayuda a Atenea, quien en su disfraz de Mentor, viejo amigo de su padre y responsable del cuidado de sus propiedades, le consigue prestado el barco y a una tripulación. Telémaco parte a hurtadillas y de noche.

Canto iii
La siguiente mañana, Telémaco y Mentor llegan a Pilos e invitados por Néstor, participan en una hecatombe para Poseidón. El rey Néstor les relata el regreso de otros héroes desde Troya y la muerte de Agamemnón, pero no tiene información específica de Odiseo. Les sugiere que vayan a Esparta a hablar con Menelao, quien acaba de regresar de largos viajes. Atenea se desaparece milagrosamente. Impresionado que un joven esté escoltado por una diosa, Néstor arregla que su hijo Pisístrato acompañe a Telémaco a Esparta.

Canto iv
Telémaco y Pisístrato son hospedados por el rey Menelao y la reina Helena, quienes les relatan sus experiencias con Odiseo de la guerra troyana. Al siguiente día, Menelao les cuenta como el dios Proteo, el viejo del mar, le reveló que Odiseo era cautivo de Calipso. Mientras tanto, en Itaca, los pretendientes se dan cuenta que Telémaco zarpó y hacen planes para emboscarlo y matarlo cuando regrese. Penelopea se postra de terror al enterarse de estos planes, pero Atenea la calma a través de un sueño.

Canto v
En un segundo concilio de los dioses, Atenea insiste en ayudar a Odiseo. Zeus le pide a Hermes que le diga a la ninfa Calipso que lo libere, y vaticina que en veinte días llegará con los feacios quienes lo ayudarán a llegar a Itaca. Calipso le dice a Hermes que los dioses le tienen envidia pero asegura que hará lo que Zeus le pide y ayuda a Odiseo a construir una balsa, le da víveres y lo aconseja. Después de navegar dieciocho días Odiseo ve tierra pero Poseidón lo ve a él en la balsa y provoca una tormenta que la destruye. Ino Leucotea, ninfa marina, le da un velo inmortal para que ayude a Odiseo a llegar a tierra lo que logra después de dos días en el mar. Finalmente, llega a la costa de Esqueria, donde cansado y maltrecho, se cubre con hojas y cae dormido bajo árboles de olivo y acebuche.

domingo, 6 de marzo de 2011

La Ilíada PARTE 5

CANTO XXI
Aquiles acosa a los troyanos, parte hacia la ciudad y parte hacia el Janto (el Escamandro) y habiendo despedazado a muchos en el río, conserva a doce jóvenes vencidos, para las exequias de Patroclo (1-33). Ahí mismo mata a Licaón, hijo de Príamo a pesar de sus súplicas (34-135); después a Asteropeo, jefe de los peonios junto con otros de aquel pueblo, habiéndose librado del enfurecido río desigual en fuerza (136-210). Continuaba la matanza hasta que Janto, obstruido por el número de cadáveres, compadeciéndose, mandó que su cauce se desbordara contra él. Apenas se escapaba Aquiles cuando de nuevo tenía que saltar; pero el río enfurecido lo sumergía en sus ondas y perseguía al que volvía a escapar (211-271). Ya le faltaban las fuerzas al que luchaba entre las olas, pero Poseidón y Atenea se las aumentaban; entonces Janto que estaba demasiado irritado, llamó en su ayuda a Simóis, pero Hera llamó a Hefesto que quemó el campo y al río y ni las llamas lo detenían si no las hubiese aumentado la misma diosa (272-384). Se iniciaron después combates personales entre los demás dioses: Ares, Atenea, Afrodita, Febo, Poseidón; Hera, Artemisa; Hermes, Latona (385-513). Después de esto vuelven al Olimpo los dioses, excepto Febo quien se dirigió a Troya, mientras Aquiles hacía estragos a través del campo y a los demás los empujó su furia hacia el interior de la ciudad en la que Príamo mandó que se cerrara la puerta (514-543). Para que aquellos no fueran diezmados en la fuga, Apolo detuvo a Aquiles introduciendoa Agenor, y después él mismo disfrazado bajo la apariencia de Agenor, lo engañó huyendo y así lo alejó de la ciudad (544-611).

CANTO XXII
Ambos ejércitos se habían puesto en lugar seguro en el campo, cuando Héctor, estando él solo, permanece frente a Aquiles que volvía de perseguir a Febo. Desde el muro querían detener a Héctor sus parientes que lloraban desolados (1-89). Vanamente, porque a éste el pudor y a aquél el afecto les impedía retirarse del lugar; sin embargo, apareciéndosele un dios bajo aspecto de hombre, hizo huir a Héctor atemorizado. Lo persiguió fieramente Aquiles y dio tres vueltas alrededor de la muralla (90-166). Entre tanto Zeus, compadeciéndose de Héctor, pesó su destino en la balanza y decretó su muerte. Febo lo abandonó al instante y Atenea lo incitó a combatir bajo la apariencia de su hermano Deífobo (l67-247). De esta manera los héroes se unen en singular combate en el que estando presente Atenea, ayuda a Aquiles y se burla de Héctor con terrible engaño (248-305). Finalmente, Aquiles, en lo más álgido del combate lo atraviesa con su lanza, lo despoja de sus armas e insultándolo y manchándose de ignominia, insulta a los suyos y atado a su carro lo arrastra hacia la base naval (306-404). Toda la ciudad llora la muerte de su querido Héctor y gritan amargamente sus parientes desde la muralla y Andrómaca es llevada a su casa (405-515).
CANTO XXIII
Los mirmidones dejan sus armas alrededor del féretro de Patroclo, yendo delante Aquiles quien poco después les prepara el banquete fúnebre. Él mismo cena ante Agamenón y anuncia las exequias para el próximo día (1-58). A la siguiente noche se le presenta durante el sueño la imagen de Patroclo que le pide justos funerales (59-107). Por mandato de Agamenón se llevan leños por la mañana, se presenta el cuerpo y se dispersan las caballerias de Aquiles y de los demás; sacrificadas ante él muchas víctimas y los doce jóvenes troyanos, se hace la hoguera, se enciende y arde con el soplo del Bóreas y del Céfiro, mientras el cuerpo de Héctor es preparado por Afrodita y por Febo (108-225). Al día siguiente se recogen y llevan a la urna los huesos de Patroclo para que estén algún dia, según promesa hecha, junto con los de Aquiles; se levanta también un túmulo improvisado (226-256). Aquiles añade en honor del difunto, certámenes de varias clases en los que se llevan premios y regalos los principales jefes aqueos. En equitación: Diomedes, Antíloco, Menelao, Merión, Eumelo y Néstor (257-650?; en pugilato: Epeo y Eurialo (651-699); en lucha: Áyax Telamonio y Odiseo (700-739); en carreras: Odiseo y Áyax el menor, así como Antiloco (740-797); en competencia de armas: Diomedes y Áyax Telamonio (798-825); en disco: Polipetes (826-849); en flechas: Meriones y Teucro (850-883); y lanzando dardos: Agamenón y Meriones (884-897).

CANTO XXIV
Terminados los juegos, los aqueos se entregan a la cena y al sueño; Aquiles permanece insomne y durante la mañana arrebata el cadáver de Héctor atado al carro cerca del túmulo de Patroclo (1-18), repetida esta profanación ante los dioses durante varios días, parte se duelen de ello, parte se alegran; compadecido Febo, que guardaba aun íntegro el cuerpo, se queja ante todos gravemente (19-54), y por esto Zeus, llamando a Iris por medio de Tetis, manda a Aquiles que desista de tanta crueldad y que no rehúse devolver el cuerpo a los que quieren redimirlo; al mismo tiempo y por su mandato, Iris exhorta a Príamo a que, pagado el rescate de redención, reciba a su hijo (55-186). Se llevan a cabo estas gestiones doce días después de la muerte de Héctor. Príamo, durante la noche, al igual que Hécuba y todos los demás troyanos, reúnen preciosos dones y cargan con ellos un carro conducido por el pregonero Ideo y manda que se prepare otro (187-282). Entonces hechas las libaciones y aceptado el augurio directo, comienzan a recorrer el camino (283-330). Hermes llega ante Príamo por mandato de Zeus, y lo lleva a la tienda, sirviéndole de vigía durante el tiempo dedicado al sueño (331-467). Aquiles, vencido fácilmente por las súplicas del rey, recibe el precio de la redención, le devuelve el cuerpo lavado, envuelto en túnicas y concede once días de tregua para la sepultura y of reciéndole honrosa cena lo manda a descansar (468-676). Al amanecer del dia siguiente, conduciéndolos Hermes, Príamo lleva el cuerpo a la ciudad a cuya vista salieron todos los troyanos con grandes lamentos; colocado poco después en palacio, después de haberse presentado los cantores, lloran Andrómaca, Hécuba y Helena (677-776). Hecha después la pira, se celebra el funeral y el banquete (777-804).
FIN

La Iíiada PARTE 4

CANTO XVI
Aquiles le presta a su amigo Patroclo que le suplicaba y pedía ayuda, sus propias armas y tropas para salir a combatir bajo la condición de que se contentase con rechazar a los troyanos de las naves y no se expusiese a mayores peligros (1-100). Debilitado ya el mismo Ayax, no pudo impedir que se pusiese fuego a la nave (101-123). Visto lo cual Aquiles, llama a su amigo a las armas, prepara las filas de los suyos, les habla y hechas las libaciones y las preces los despide (124-256). De pronto, habiendo visto el jefe de los mirmidones, aterrorizados a los enemigos, el engaño de la figura de Aquiles, libra del ataque a la nave y apaga el incendio (257-303). Comienza de nuevo la batalla y a los que huian cegados por el pavor, los persigue sobre la trinchera y aun a campo abierto (306-418). Enseguida, Glauco mata a Sarpedón, hijo de Zeus, habiendo quedado asi vengadas las matanzas (419-507). Éste juntamente con Héctor y otros de los en terrible combate con los aqueos que arrastraban los despojos, les quita el cuerpo de Sarpedón. Apolo ve esto y por mandato de Zeus es lavado el cuerpo y ungido y llevado a Licia por sus amigos (508-683). Por aquel tenor de los acontecimientos el feroz Patroclo persigue a los troyanos hasta la ciudad, sube a su muralla pero es apartado de aquel lugar por el dios (684-711); sin embargo, resiste de nuevo a Héctor que irrumpe lleno de fuerza, mata a su auriga Cebrión y se lleva el cadáver después de haberlo despojado (712-782). Finalmente mata a muchos de la masa de soldados hasta que Eufrobio lo hiere, aterrorizado él mismo por la fuerza de Apolo y despojado de sus armas; Héctor le da muerte e insta a Automedonte a encaminar el carro de Aquiles llevándolo junto a las naves (783-867).

CANTO XVII
Muerto Patroclo, Menelao mata a Euforbo y lo despoja de sus armas (1-60). Héctor por consejo de Apolo dejando de perseguir a Automedonte le quita los despojos y regresa, mientras Menelao hace venir a Áyax el mayor, para que cuide el cadáver (61-139). Héctor se retira ante Áyax, pero incitado por la reprensión de Glauco vuelve nuevamente, luciendo soberbiamente las armas de Aquiles, a fin de arrebatar el cuerpo y lleno de fortaleza anima a cada uno de los suyos en el mismo campo de batalla; simultáneamente llamados por Menelao acuden con presteza los más valientes aqueos (140-261). Así en un mismo lugar se origina un terrible combate entre Menelao y Héctor con cada una de sus tropas y pelean uno y otro con distinta suerte. Ellos para defender el cuerpo de Patroclo y éstos para que lo arrastren y sea causa de ludibrio (262-425). Zeus vuelve el vigor a los caballos de Aquiles que se dolían por la muerte de Patroclo y Automedonte los regresa al combate en unión con Alcimedonte (426-483). Héctor, Eneas y otros, atacan el carro de Aquiles para apoderarse de los nobles caballos y los aqueos sostienen con fiereza el ímpetu de aquellos, quienes tratan también de rescatar el cadáver. Entonces Menelao implora nuevas fuerzas a Atenea, y Apolo exhorta a Héctor con la aprobación de Zeus (484-596). Finalmente viene a menos la fuerza aquea, y aun el mismo Áyax Telamonio, tiembla, bajo cuyo mandato Menelao envía un mensajero a Aquiles, y es Antíloco, quien le anuncia la muerte de Patroclo y las derrotas recibidas, (597-701), y el mismo Menelao junto con Merión apoyado por la compañía de los Áyax, se atreve a llevarse el cadáver hasta las naves, metiéndose entre los enemigos que combatían (702-761).


CANTO XVIII
Recibida la noticia de la muerte de Patroclo, Aquiles se entrega a la desesperación y a los lamentos (1-34). Ante estas lamentaciones despertada Tetis, llega desde el mar con su cohorte de Nereidas para consolar a su hijo; a quien cuando ve lleno de ambición de vengarse de Héctor, aunque aquello habría de ser decidido por el destino, difiere su deseo para el último día, pero le promete que le llevará armas nuevas fabricadas por Hefesto (35-137). Habiendo regresado las Nereidas a su mansión, Tetis se apresura hacia el Olimpo, mientras se renueva la batalla sobre el cuerpo de Patroclo que finalmente hubiera quedado en poder de Héctor, a no ser que Aquiles por consejo de Hera hubiese aterrorizado a los troyanos con su aspecto y voz terribles y los hubiese hecho huir hasta las murallas enemigas (138-231); mientras tanto los aqueos, rescatado el cuerpo, lo llevan a la tienda de Aquiles, al entrar la noche (232-242). Los troyanos tienen una tumultosa asamblea y Polidamante los persuade de que se salven dentro de las murallas, no sea que Aquiles venga a las filas y acabe con ellos; pero este prudente consejo desagrada a Héctor y al pueblo (248-314). Los troyanos redoblan la vigilancia durante la noche con sus armas; los aqueos y al frente de ellos Aquiles, lloran la muerte de Patroclo, embalsaman el cadáver y lo colocan en el ataúd (315-355). Aquella misma noche llega Tetis al Olimpo en donde Zeus acababa de reprender a su esposa porque ayudó a Aquiles y es recibida amigablemente en la mansión de Hefesto (356-427). Para Hefesto le era fácil si se lo pedían con insistencia, fabricar escudos y toda clase de armas con su arte exquisito (428-617).

CANTO XIX
A la salida del sol, Tetis le da a Aquiles las armas que había hecho Hefesto y lo excita nuevamente a la alianza para la guerra; pues el cuerpo de Patroclo derrama divinos olores a fin de que dure incorrupto para la sepultura (1-39). Aquiles, reuniendo una samblea, olvida su ira, y pide continuar la guerra cuanto antes (40-73). Por su parte Agamenón confiesa su error y una vez reconciliado, ofrece los dones prometidos por medio de su legado Odiseo; pero olvidándolos él, tal vez con intención de vengarse, apremia a comenzar la batalla (74-153). Finalmente cede ante Odiseo y espera hasta hallarse presente al que lo aconsejaba mientras las tropas tomaban el desayuno y recibe ante la asamblea los dones y a la hija de Brises, causa de la discordia a la que Agamenón juró devolverla intacta mediante un sacrificio expiatorio (154-275). Se trasladaron los dones desde un lugar público a la tienda de Aquiles en donde las mujeres lloraban a Patroclo y el héroe mismo vuelve a lamentarse y se abstiene firmemente de probar alimento, tomándolo el ejército (276-339). Aquiles es deleitado por Atenea, enviada desde el cielo; poco después se pone las nuevas armas, sube al carro con Automedonte y sabido por otro el destino de sus caballos, marcha a la fila lleno de vida (340-424).
CANTO XX
Preparados ambos ejércitos y llamados los dioses a la asamblea, Zeus les permite que cada uno socorra a cualquiera de los dos que desee a fin de que no madure la matanza para los troyanos por la crueldad de Aquiles (1-30). Así marchan a la guerra, Hera, Atenea, Poseidón, Hermes, Hefesto, para ayudar a los aqueos; y Ares, Febo, Artemisa, Latona, Janto y Afrodita, a los troyanos. Las tierras celebran con estremecimiento y temor la entrada de los dioses (31-74). Antes del comienzo de la batalla, Febo excita a Eneas contra Aquiles que amenazaba a Héctor. Mientras tanto los dioses por convencimiento de Poseidón se sitúan alejados del combate (75-155). A varias provocaciones sigue el combate de Aquiles con Eneas a quien Poseidón libra por medio de una nube, pues según los oráculos le tenía destinado un reino entre los troyanos (156-352); Héctor, que está por agredir a Aquiles, es rechazado por Febo. Aquiles mata entre otros troyanos a Polidoro, hijo de Príamo (353-418). Estando ya por vengar la muerte de su hermano, se dirige Héctor contra Aquiles a quien lo salva también Febo rodeándolo con una nube (419-454). Movido por el dolor Aquiles ataca a los demás troyanos y llena el campo de una espantosa ruina de muertos y armas (455-503).

La Ilíada PARTE 3

CANTO XI
Armado Agamenón con espléndidas armas conduce por la mañana a sus tropas a las filas de combate; lo mismo hacen Héctor y los otros príncipes de Troya (1-66). Ante el insólito valor de Agamenón que enardece a la turba desconocida, se excitan los troyanos y se inicia una gran batalla (67-162). El mismo Héctor apartado por mandato de Zeus hasta las murallas de la ciudad, evita el coraje del enardecido adversario, mientras aquél se marcha del combate mal herido (163-283). Realizado esto, Héctor vuelve a pelear e infunde a los suyos un nuevo valor (284-309). Diomedes, Odiseo y Áyax vuelven a la decaída batalla; pero Diomedes herido por Paris se regresa violentamente hacia las naves (310 400); asimismo Odiseo herido por Soco y muerto aquél, viéndose rodeado por los troyanos, se libra del combate ayudado por Menelao y Áyax (401-488). A poco a Macaón y Euripilo los hieren las flechas de Paris (489-596). Viendo Aquiles a Macaón que se adelantaba en el carro de Néstor, envió a Patroclo para reconocer su presentación (596-617). Tan pronto como reconoció éste a Macaón y librado por Néstor de tan miserable muerte, le pide que o bien implore directamente la ayuda de Aquiles en auxilio de los aqueos o que él mismo espante a los enemigos revestido con el armamento de Aquiles (618-803). Al regreso Patroclo hiere al peligroso Euripilo y es curado en su tienda de campaña (804-848).

CANTO XII
Rechazados los aqueos contra las murallas (hecho abominable a los dioses; a ellos mismos los rechazan detrás de la misma ciudad), ven que los troyanos se dirigen a las naves y que están a punto de atravesar ya el foso (1-59). Desconcertados al principio por lo difícil del momento bajan de los carros por consejo de Polidamante y corren divididos en cuatro grupos (60-107). Asio se atrevió a atacar una de las puertas desde su carro y fue rechazado por los dos Lapitas con gran matanza de los suyos (108-194). Polidamante interpretó augurios adversos que no intimidaron a Héctor en perseguir a los enemigos (195-250). Éstos aunque molestados por un viento tempestuoso, defienden sus trincheras con suma fortaleza, estando en los primeros lugares los dos Áyax (251-289). Por otra parte entran Sarpedón y Glauco a quienes se les opone Menesteo y son llamados por él, Áyax el mayor y Teucro (290-377). Son heridos Epicles, el compañero de Sarpedón y Glauco por Teucro; finalmente él es derrotado en la almena del muro (378-399). Los aqueos atacan duramente la muralla, abierta por la parte de los licios; Héctor conjura el peligro y tapa la puerta con una enorme piedra y abre a los suyos el camino hacia las naves (400-471).

CANTO XIII
Pasando el muro los troyanos, por diversas partes, matan a los aqueos, cuando Poseidón conmovido por la calamidad en su interior por Zeus, se acerca a los que defendían las naves (1-42). Oculto bajo forma humana para animar a los que se detenían, exhorta primero a los dos Áyax y después a los demás capitanes (43-124). Así los Áyax y otros, rechazan a Héctor de la matanza de las naves en plena fila de combate (125-205); al poco, Idomeneo, movido por Poseidón a combatir, habiéndose unido con Merión, socorre por la izquierda a los afligidos aqueos (206-329). Después se traba un feroz combate en el que Zeus favorece a los troyanos y Poseidón a los aqueos. Sobresale entre éstos, el valor de Idomeneo (330-662). Éste, da muerte a Otrioneo, Asio y Alcátoo y asimismo, en compañía de Merión, Antíloco y Menelao lucha con superioridad contra Eneas, Deífobo, Héleno y Paris (363-672). También detiene a Héctor quien hacía poco se hallaba en el centro del lugar y de tal modo lo apremian los Áyax y otros grupos, que ya se retiran los troyanos: pero fortalecido Héctor por el consejo de Polidamante, conduce repentinamente contra el enemigo a los que había reunido (673-808). Áyax da comienzo a un nuevo combate y se pelea por ambas partes con grandes clamores (809-837).
CANTO XIV
Néstor, atemorizado por el clamorío del combate, sale de su tienda en la que aún se curaba Macaón, para explorar los hechos en el lugar en que se realizaban (1-26). Agamenón, Odiseo y Diomedes, doliéndose aún por las heridas, le salen al encuentro cambiándose de lugar por la misma causa; el primero de los cuales angustiado por el éxito de la guerra y viendo ahora abierta la muralla, reflexiona sobre la huida (27-81). Odiseo reprueba esta determinación, y así Diomedes persuade a todos a que vuelvan a la batalla y que con su presencia ayuden a todos, dándoles certidumbre y consejos; al mismo tiempo Poseidón conforta a Agamenón que ya se iba y da fortaleza al ejército (82-152). Mientras tanto Hera, para elevar la moral de los aqueos, se arregla en su persona y se prepara delante de Zeus en el monte lda para atraerlo con todos los halagos de una esposa; para lo cual se coloca el cíngulo de Afrodita y hace venir desde Lemnos al dios Sueño, quien lo entretiene en el estado de descanso (153-351). Poseidón había puesto asechanzas en este tiempo, mediante el consejo de Sueño, la suerte de los aqueos que les devolvió auxiliándolos prontamente (352-401). Héctor, herido por el golpe de la piedra que le había lanzado Áyax, estaba sin alientos y fue transportado y curado por sus soldados (402-439). Combatiendo los aqueos a los troyanos, elevados ya sus fuerzas y espíritu de combate, los alejan de las naves, persiguiéndolos en primer término Áyax el menor (440-522).
CANTO XV
Despertando de su letargo Zeus, ve a Poseidón dando ayuda a los troyanos contra los aqueos (1-11). Enseguida, reprende ásperamente a Hera y manda llamar del Olimpo a Iris y Apolo; se sirve de ellos como de sus ministros para restituir sus fuerzas a los troyanos y simultáneamente predice toda la serie de designios hasta la destrucción de la ciudad (12-77). Habiendo regresado Hera a la morada de los dioses, Ares sabe por ella lo referente a la muerte de su hijo Ascálafo y se apresta para la venganza; Atenea reprime su cólera (78-142). Apolo e Iris se presentan ante Zeus y por mandato de éste obliga a Poseidón bajo amenazas a que abandone la guerra. Éste a pesar de estar lleno de temor aún se atreve a resistirse (143-219). Apolo alienta a Héctor, ya sanado y retirado del combate por esa causa, y renueva la suerte de los troyanos (220-280). Héctor acomete a los fortísimos aqueos que dejando de combatir se retiraban a las naves; mata a una parte de ellos; a otros los hace huir, yendo delante el dios, quien agitando su égida estremeció de temor a los aqueos y fortaleció a los troyanos, pues derribando el muro, preparó el camino para destruir al ejército (281-389). Por esta terrible desgracia que le comunicó Eurípilo, Patroclo regresó ante Aquiles y lo exhortó para que los ayudara en ese último trance (390-404). Mientras tanto los aqueos combaten terriblemente ante sus naves cayendo muchos de ambas partes (405-590). Finalmente ellos se retiran sin dispersarse entre las filas de las naves, desde las que Áyax Telamonio defiende del fuego, armado con una lanza, porque ya Héctor amenazaba quemar la nave de Protesilao (591-746).




La Ilíada PARTE 2

CANTO VI
El adivino Héleno, cuando decaía en huida el ejército troyano exhorta a Héctor para que haga un sacrificio público a Atenea en la fortaleza (1-101). Así pues él, habiéndose reanudado la lucha rápidamente, marcha a la ciudad; en este combate, Diomedes y Glauco, jefe de los licios, encaminándose al lugar de la lucha, antes de llegar a las manos, habiendo recordado la hospitalidad de sus padres, hecho el cambio de las armas, unen sus diestras (102-236). Hécuba y las demás matronas, por consejo de Héctor y de los próceres troyanos, llevan el manto al templo de Atenea y expresan sus votos por la salvación de la patria (237-311). Mientras tanto Héctor, en su casa, hace volver a Paris reprendiéndolo en el campo de batalla (312-368); a su esposa Andrómaca, la buscó en vano en sus habitaciones y salió finalmente de la ciudad por la puerta Escea; la encuentra con su hijo Astianacte y les habla por última vez (369-502). Armado, Paris alcanza a su hermano en el camino (503-529).

CANTO VII
Héctor y Paris impulsan a los aqueos para que vuelvan a la batalla, combatiendo ya sea con armas iguales o mejores (1-16); lo cual, para que sea terminado finalmente, de acuerdo con el designio de Atenea y de Apolo, y la persuasión de Héleno sea provocado cada uno con la mayor fuerza posible por parte de Héctor para un combate cuerpo a cuerpo (17-91). Agamenón disuade a Menelao que se muestra alegre y confiado mientras los demás vacilan (92-122); al poco instigados por Néstor salen a combatir nueve héroes de cuyas suertes señala el suceso Áyax Telamonio (123-205). Se reúnen Héctor y Áyax y pelean duramente, mientras bajo la noche apartan a éstos, iguales en fuerzas, habiéndoles dado a su vez regalos (206-312). En los banquetes públicos Néstor hace el recuento de los cuerpos de los caídos que deben sepultarse y los campamentos que deben fortificarse. Cuando en la asamblea de los troyanos, Paris responde a Antenor quien dice que deben ser restituidos al dueño, Helena juntamente con sus riquezas, añade que él no regresará ningunas riquezas sino que a aquéllas se añadirán las propias (313-364). Al día siguiente Príamo lleva aquella respuesta a los aqueos y a fin de que también puedan ser sepultados los cuerpos de los troyanos manda que se haga una tregua (365-420). Después de estos sucesos cada bando procura dar sepultura a los suyos y al mismo tiempo los aqueos rodean su base naval con un muro y fosas; Poseidón se admira de estas obras con indignación en la asamblea de los dioses (421-464). A la cena sigue la noche amenazadora con sus rayos (465-482).
CANTO VIII
Zeus pide a los dioses llamados a asamblea que no se presenten en la batalla contra ninguno de los dos pueblos, y es llevado en su carroza al monte Ida (1-52). Desde ahí contempla durante la mañana a los ejércitos que combaten en dudosa victoria; después habiendo pesado cuidadosamente sus suertes en la balanza del destino, y lanzando sus terribles rayos, pronostica la muerte a los aqueos (53-77). Hera en vano pide a su aliado Poseidón que le sean apartadas a aquellos toda clase de ayudas; después vuelve Agamenón, levantando los ánimos y señala que Zeus se le ha mostrado propicio (78-250). Ya los aqueos, algún tanto superiores, repelen a los troyanos en un nuevo encuentro, y Teucro hiere a muchos de aquéllos con sus flechas y a su vez es herido por Héctor (251-334). Una vez más, se lanzan a la huida los aqueos cuando Hera y Atenea se preparan a marchar a Troya para llevar auxilio; pero Zeus habiéndolas visto desde el monte, las rechaza inmediatamente por medio de Iris (335-437). Él mismo, habiendo regresado al Olimpo reprende con suma severidad a las desobedientes diosas y aun amenaza a los aqueos con mayores matanzas para la mañana siguiente (438-484). Terminada la batalla a causa de la noche y habiendo realizado una asamblea los troyanos vencedores, ponen guardias de asedio en el mismo lugar de la batalla, y para impedir a los enemigos asechanzas o navegación, encienden innumerables fogatas a través de la ciudad y del campo (485-565).

CANTO IX
Entre los aqueos, una vez pasado el peligro, aterrorizados y rechazados de momento, convoca Agamenón ocultamente a los jefes a quienes el rey les señala la determinación de huir y dirigir la navegación durante la noche (1-38). Diomedes y Néstor lo desaconsejan de este torpe intento (39-78). Se colocan fogatas en las trincheras de los campamentos, se prepara una cena en la tienda de Agamenón y después de la cena se trata a toda costa de hacer las paces con Aquiles y atraerlo al ejército (79-113). El propio Agamenón mandó decir que si cedía en su enojo ante la pública necesidad, le prometía devolverle intacta a Briseida y magníficos regalos (114-161). Néstor envió con estas condiciones a varios escogidos, como Fénix a quien el padre de Aquiles lo había hecho mentor en su juventud, Áyax el mayor, Odiseo y dos embajadores de paz (162-184). Aquiles recibió amigablemente a los legados, pero rechazó todas las promesas de Agamenón y los discursos, ya los esmerados como los ásperos y suaves; además retuvo a Fénix y amenazó con que regresaría al poco juntamente con él a la patria (185-668). De este modo, después de que Áyax y Odiseo anunciaron tan dolorosa resolución, Diomedes lo confirma en toda su gravedad a los afligidos jefes y los exhorta a la tenacidad en la lucha (669-713).

CANTO X
Electos los vigías, Agamenón en unión con su hermano Menelao llama a Néstor y a los demás jefes y hacen guardia con ellos ante el foso (1-193). Toman determinaciones ahí mismo donde habían
sufrido las calamidades y envían como observadores a Diomedes y a Odiseo (194-271). Habiendo avanzado éstos algún tanto, un ave de raudo vuelo ofreció próspero augurio (272-298). Al mismo tiempo había salido cierto troyano, Dolón, que había sabido las determinaciones de los aqueos, e incitado por las promesas de Héctor, fue aprehendido por los que se habían adelantado más hacia la base naval (299-381). Implorando éste por su vida, denunció todos los sitios de los campamentos y a dónde se dirigía Reso, el rey de los tracios, pero sorprendido por Diomedes fue asesinado (382-464). Ya marchan a los aposentos de Reso, a quien habían oído llegar con sus famosos caballos (465-503). Atenea amonesta a los héroes para que no se retarden más tiempo con la esperanza de obtener demasiados botines; mientras tanto Apolo incita a los tracios y a los troyanos y los regresa a sus campamentos (504-579).

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